Me impresiona la gente.
La gente puede pasar a través tuyo, pisarte, ignorarte, no
contestar cualquier pregunta básica que se le formule.
Pero basta que vean a un ser “diferente” para que toda la projimidad
se les venga encima. Se ven compelidos a decir algo.
Van hacia el fuego como la mariposa.
Entonces, una vez allí, se muestran interesados. Su mórbida
curiosidad no resiste y aparece rutilante detrás del baño de palabras de
aliento y consuelo. Hay que verlos deshacerse en amorosidad turbia al down, al
ciego, al cojo. Hay que verlos irse con su corazón henchido de bondad y buenas
intenciones. Hay que verlos complacidos frente a su buena acción del día. Qué barato
te sale, culiado.
La gran barata de las emociones fáciles.
Hasta agotar el stock.
Frente a esto no hay mucho que hacer, salvo ser descorteses.
Tener la valentía de la descortesía para elevar el dedo en el gesto adecuado.
2 comentarios:
Son la relaciones que cada quien tiene con la otredad. "La projimidad" que vos mencionás, esa que se orienta hacia el desvalido, es una forma de piedad que viene reforzada por el discurso de la época y claro que es vacía. Porque el otro no siempre es un desvalido. Pienso que la otredad es otra cosa. Pero a esa gente no se le enseña con descortesía. Se les enseña invitándolos a salir de la miopía y alienación en la que viven... Muy interesantes las reflexiones que hacés en tu blog!!
Hay que abandonar todo proyecto pedágogico. Hay cosas que no se aprenden. Alguien puede estar en relación al otro, o nó. El resto son buenos modales.
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