martes, 22 de julio de 2008

de brotes, síntomas y otras hierbas


Tuve un sueño que resultó revelador. Necesitaba urgente una poda, pero no sabía que ramas eran vitales y cuales secundarias. Al despertar asumí que ese sueño resume los últimos años de mi vida.
Cuando quiero repasar lo que no funciona de mí, me encuentro con áreas que se han ido modificando, tomando prevalencia sobre otras, zonas que ya han quedado desertificadas, y siempre encuentro también algún brote prometedor, que termino dejando porque quien sabe si ése, justo ése, no es el bueno... . Soy como un jardín en expansión, sin jardinero. Por lo tanto mis formaciones sintomáticas han ido creciendo caprichosamente, sin otro vector que el propio impulso y la escasa resistencia que ofrezco. Hace tiempo decidí que lo mejor sería dejar que mis síntomas tomen el comando de la nave. En realidad, fue una estrategia magra, ya que pensé que al no ocuparme de ellos en absoluto, remitirían antes que si trataba de controlarlos. De modo que me di rienda suelta.
El relevamiento actual me lleva a algunas conclusiones parciales:
1) Quizá no eran síntomas, sino que era simplemente yo, así.
2) Quizá los síntomas se agruparon ya en trastornos, y formaciones de carácter, o sea que igualmente, ya son yo.
3) Haya sido o no prudente dejar que esto llegue hasta aquí, ya no hay mucho más por hacer.

viernes, 11 de julio de 2008

un cuerpo a medida


El post de Santa Lucía, patrona de los ciegos, despertó en mí un recuerdo glorioso. Con apenas algunas palabras mágicas: sisa, canesú, enagua, me transportó con absoluta precisión hasta esos días en que, de la mano de Stella Maris me introduje al fascinante mundo de la ropa hecha a medida. Una modista ella, una mujer de figurín de modas, sin duda. Con toda la dulzura de la que era capaz, me enseñó cómo es ese cuerpo dibujado en cortes y pliegues. Me enseñó la inmovilidad necesaria para registrar la longitud del largo de manga, según se trate de llegar al codo o al puño. Un cuerpo cifrado al detalle quedaba plasmado en su cuaderno de notas, una pequeña bitácora donde se asentaban en borrador las operaciones y cálculos que me irían produciendo como mujer. Año tras año, volvía a tomar mis medidas y corregía en sus anotaciones. Yo trataba de espiar sabiendo que ese era un territorio sagrado, casi una declaración de sexo. Supe lo que era el diámetro de caderas y busto aún antes de tenerlo. Luego venía el ritual de la prueba. Nuevamente la inmovilidad, la importancia de la postura, ajustar el largo, entallar, sentir rozar la aguja que hilvana sobre el cuerpo y las risitas cómplices si algún pinchazo sobrevenía a una maniobra fallida.
El comedor de lujo de su casa, invariablemente frío, oscuro e inmaculado era el lugar de la casa donde Stella desplegaba su arte y su oficio. Y donde yo aprendí la docilidad necesaria que requiere el trabajo de producir un cuerpo al detalle.

jueves, 10 de julio de 2008

voto de silencio




Cada tanto me digo que sería mejor enmudecer. Eso evitaría mucha de esa ciega confianza en la palabra …pero más aún, nos aliviaría de la expectativa que -finalmente- uno termine por decirlo todo. En esto estaba, reflexionando sobre los límites del entendimiento y la comunicación humana, cuando mi amigo insistió con la pregunta…¡pero porque no le decís? Tenés que hablar!....de nada sirvió mi profusa perorata, se vé. De lo que está por fuera del campo de la palabra, lo que no puede ser dicho... el tipo insistía….hay que hablar, hay que hablar…En eso me acordé de la célebre frase de Ludwig Wittgestein: "lo que no se puede decir, se muestra" . Supe que ese era el momento en que se imponía un portazo. Le hice una pequeña demostración. Un portazo es algo muy decidor. Por suerte, mis amigos vuelven cada tanto a tocar la puerta. Y si me encuentran fuera de mí, renegando de la palabra, me dejan algún obsequio en el dintel, o vuelven más tarde. En ese gesto, está contenida toda la humanidad que espero. Con eso debiera alcanzar, pienso yo.

viernes, 4 de julio de 2008

masoquismo erogeno


hoy, mientras almorzaba en un restó con amigos, me hice robar. No encuentro otra forma de calificar mi conducta. Presento las pruebas:



  1. A- ya he sido víctima de robo similar. Eso mínimamente tendría que decantar en experiencia


  2. B- ví frente a frente a mi verdugo. Pensé: "este me va a chorear". Frente a esta evidencia ¿qué fue lo que yo hice? Corrí dos centímetros la mochila. Nada más. No fui capaz de alzarla del piso. No fui capaz de ponerla en mis rodillas, o simplemente con un giro de 180º ponerla del otro lado de la silla. La mochila que amo. Las llaves del auto al que amo poder entrar cuando funciona. Las $500 amorosas lucas que no sé cómo llegaron a juntarse allí. El quintuplicado de DNI que viene siendo sistematicamente extraviado o robado (extraviado también es una forma de autorrobo.) Si con toda esta evidencia y vivencia acumulada no fui capaz de hacer un mínimo minué sensomotor, un básico destello neuronal, un espasmo de cosa que está viva... Ya no sé que esperar de mí. Sinceramente. Cuando todos pensaban que lloraba por la pérdida, yo contrabandeaba en ese llanto el desencanto frente a la peor noticia que he tenido de mí en bastante tiempo: constatarme en esta forma informe de encontrar satisfacción en mi perjuicio.