miércoles, 28 de febrero de 2018

radicalidad

No hay que pedir ni esperar nada:
mucho menos solidaridad.

Pedir solidaridad es lo más triste del mundo.

Prefiero la guerra

la más sucia que podamos dar.

Una en la que quedemos todos sucios.

Todos, con el barro hasta el cuello. 


Del cuadro oscuro, emergen unos dientes blancos:

no se sabe si es una sonrisa
o una mueca feroz.


No hay manera de averiguarlo
que no sea
creando el mundo.


domingo, 11 de febrero de 2018

Quién


quien

Quién trajo esta guerra. Quién.

Una mariposa aletea, la luz la excita. El sólo movimiento de su excitación la golpea contra las paredes de la lámpara. Si la saco, vuelve a entrar. No conoce salida.

Observo a los animales, sus insistencias, sus trucos, sus transparencias. Su forma de realizarse en ese lapso interminable de los días. El movimiento no siempre es el escape. Una vez me moví, rasgué. Dejé una bandera de discordia atada a un mástil que no daba al cielo. Por eso no me encuentran los buscadores: ese es mi truco. Mi endeble transparencia.

Ya sé que no se sale así: no se le ruega a las puertas que se abran. No se le suplica al cuerpo. Al cuerpo se lo deja pelear. Inventar el alivio, el fuego, la tristeza. Todo tiene que ser inventado. Hasta la desnudez. Hasta la noche tiene que ser inventada: sus galopes, sus cópulas, sus impudicias.

¿Ves que sí te dejo tocar? 
Más allá, está el derrumbe. 
Esa hambruna que llaman amor.