domingo, 27 de mayo de 2018

asì las cosas


Hay que saber poner la bomba, y esperar. He visto muchas películas. Ya sea que estalle a tiempo, que no estalle. Que estalle en las manos. Una película termina siempre, y algo pasa con eso.  Pero con la escritura no.
No hay forma de detener el tic tac.
Con la escritura, es como vivir adentro de una bomba.  

sábado, 26 de mayo de 2018

todo agujereado


Iba bastante bien. Me había llevado mediodía entrar, imperceptiblemente, en un callejón sin salida. La pregunta por el amor, y por qué yo no. Un clásico. Una tribuna. Freud decía que un poco de neurosis pega. Yo le creo porque era un hombre con aspiraciones. Pruebo lo que siempre funciona: esperar algo. Llamo a la jauría y viene. Me amenaza un rato pero no pasa a mayores. Es una jauría cebada, pienso. Hace muy poco su trabajo. Suelto algunas injurias que rebotan entre paredes que me hacen eco. Ningún cuerpo que absorba nada. Puteo por lo bajo. Hago un gesto de persignarme que me sale como la gran macri. Me acuerdo de las bananas pasadas en la heladera. Googleo y por supuesto hay recetas para las bananas pasadas de maduras. Hago un postre. Sí: hago-un-postre. Y sale rico. Me doy cuenta que todo está caldeado en la heladera. No enfría. En minutos consigo un técnico. En minutos! Qué otro problema?: los ñoquis. Hay que comer los ñoquis  hoy, le digo, no va a haber  heladera por unos días. Los comemos. Asunto solucionado. Todo es muy vertiginoso. Tengo sueño, duermo la siesta y me levanto ¡con una gran energía!. Voy a buscar los arreglos a la costurera y no estoy conforme. Agarro la aguja, ¡y mejora!. Esto no prende ni de gajo, pienso. Imagino algo más extremo: escribirle. Arruinar de verdad las cosas. Por un momento parece que sì. Pero algo me detiene, o me distraigo.
Mierda, yo sabía hacer esto.  Pero ya no pega como antes. Este callejón está lleno de salidas.
No me queda más remedio que prenderme un porro y sentarme a escribir.

domingo, 20 de mayo de 2018

botánica y fuerzas aliadas




Me gusta pasar tiempo con las plantas. Prefiero las carnosas, aunque tengan espinas. También hay carnosas que tienen pelo, como una felpa. A esas las puedo tocar, y es como tocar terciopelo. Paso tiempo mirándolas. A veces como una proyección de la propia vanidad: “mis plantas, mis flores, mi patio”. Tampoco me parece preferible a otras vanidades: “mis hijos, mi pareja, mis libros, mis perros”. Si escuchás hablar a alguien un rato te das cuenta por el crecimiento de sus reiteraciones, por dónde pasa el cultivo de su vanidad.

En invierno prefiero la zona de sol. Entonces paso más tiempo con esas. El lado húmedo y sombrío del patio también tiene sus crecimientos exagerados, sus competencias. También tiene mosquitos, que me atacan a mí, así que lo evito. Cada vitalidad tiene sus plagas. Trato de no intervenir demasiado, por falta de tiempo, por desidia, pero también porque siento: que se las arreglen solas. Hoy hubo una situación, que sólo pude conocer por proximidad. Es domingo y me desperté temprano. Eso no siempre pasa. Y hubo sol, eso tampoco pasa siempre en domingo. Fui a desayunar y a leer a la parte del primer sol. Pude observar de cerca la picadura de una carnosa bastante preferida. Entre la lectura, mis anotaciones, la mirada que se pierde un rato entre las plantas, vi una oruga peluda que también estaba desayunando. Pude observar su voracidad. La dejé comer. Después la maté. No me sentí bien. Nada comparable a cuando arrojo sal a las babosas. No puedo explicar eso. Cada vitalidad tiene sus plagas. Sus guerras. Sus fuerzas aliadas. Hoy usé mi fuerza, mi supremacía física para matar lo que ataca a mis aliadas. No me sentí bien. Pero un poco me excusé. Uno a uno. Cuerpo a cuerpo. A lo mejor es una visión romántica de la guerra. La guerra a cierta vanidad, se combate con proximidad a otras vitalidades. No es posible jactarse de esa oscura comprensión de que lo hace vivir. Sólo es posible usarla o no usarla.
En mi patio ya creció el sol del mediodía. Veo menos. El sol me saca de combate. Busco un sombrero y ropa más liviana. Busco orientarme entre las fuerzas. Busco leer.

domingo, 6 de mayo de 2018

formas de asolar






Pero cómo!?
si es un artista..!





No digo que sea una pregunta que no me deja dormir, pero reconozco que me interroga, como a tantos, la constatación de que la vida ramplona del ser de derechas, tan afecto a los reduccionismos y a las simplificaciones, tenga derivas sensibles, por ejemplo en el arte. Ensayé algunas conjeturas, pasando por la vida disociada, pero no me convence. No creo que se trate de un “mecanismo psíquico”. Me inclino más por un tipo de sanguijueleada, una forma de vida que asume que aquello de lo que se nutre, no merece vivir.