viernes, 17 de octubre de 2014

orillesè

Tengamos en cuenta la orilla. Nadamos. Cada tanto miramos la orilla. De reojo como se miran las cosas que se van a perder.
Mucho màs me gusta pensar que fuera como recibir una orden: orillesè. 
Ahí nos piden los papeles, que siempre son insuficientes. 
Y aleteamos un rato fuera del agua.

(Todavía me estoy riendo con la ocurrencia de mis coterráneos: conjugar el verbo orillar.)


miércoles, 1 de octubre de 2014

la orden vino de Atlàntida

Estaba particularmente concurrida la clase. Pero nadie prestaba atención. 
El profe medio harto detiene la clase. Levanten la mano los que vienen por gusto, por placer. Pocas manos. Levanten la mano los que vienen porque los manda el médico.
La mayoría.
Empezó una perorata hasta que advirtió que yo no había levantado la mano en ninguno de los grupos.
Mis palabras se perdieron en el glub glub del agua. El ruido de los otros siempre ayuda.

Pero le iba a decir: lo que pasa, comandante,  es que yo me mando sola. A veces coincide con mandatos vaya a saber de quién. Son tantos y se arrastran por generaciones, que habría que hacerles un ADN. Ah, y también encuentro algún placer en obedecer. Aunque no pueda determinar de dónde vino la orden.