viernes, 26 de agosto de 2011

campamentos




Creo que hay un tiempo, una edad del hombre, en que las promesas, como peras maduras, caen. Caer y dejar caer pasa a ser una actividad de plena ocupación. Alguien me decía, el deseo es mejor ahora. Ya nadie se asusta tanto por su caída y se celebra como una fiesta su reaparición. Incluso si no fuera así, pienso, si los sustos y las celebraciones no experimentaran grandes variaciones en su régimen de ocurrencia, al menos un efecto podría advenir. Caídas la promesas, queda el otro. Siempre queda el otro, y lo otro del otro, y un primer avistaje de ese otro como territorio incólume, vacío de promesas, es toda una experiencia.
Para algunos se vuelve una la visión insoportable, y quieren extender la visión de una tierra prometida aunque sea como turistas de lo abyecto que se someten al infierno del otro pensando que así encontrarán sosiego al final de sus días. La visión cristiana del asunto. Otros desisten y se transforman en barcos sin tripulación, galeotes de una existencia inanimada.

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Caída finalmente la promesa que las edades del hombre nos depare una suerte de borrachera prolongada, sin sobresaltos, un sueño prolongado donde finalmente lo humano puesto en su barril de roble se dulcifica al añejarse, volviéndose un elixir recomendable, nos encontramos con que lo humano nunca fue ni nunca va a ser algo para tomarse de un trago.

Pero esa experiencia de quedar frente al otro, sin argumentos, sin palabras convenidas, esa experiencia inquietante como decía Foucault de tener que inventar una relación de la A a la Z, no es una travesía menor. Las edades del hombre pueden entonces aproximarse a una suerte de experiencia con el nomadismo, donde hay viaje, hay trayecto, hay campamentos. Deseos que se encienden como antorchas en la oscuridad, miradas, manos, pies y brazos que se tocan, crónicas, relatos de viaje que se desgranan frente al fuego.
Quizá la aventura de todo lo que resta cuando ya no hay tierra prometida.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Prometo comentar este post la semana que viene.

claudia huergo dijo...

promesas!

andrea guiu dijo...

Maravilloso texto, Perorata, me encantó.