No hay doblez. No hay engaño. Usted nos vió mal ayer, antes de ayer, la semana pasada,
pero hoy no, mañana no, pasado tampoco.
Ni siquiera el fin de semana, que es
cuando la gente se empecina con las buenas intenciones.
Esos días hacemos nuestro
ritual de ahuecamiento.
Nos preparamos para tener tiempo. No nos vamos
corriendo a tomar un tren ni a comer un helado ni a la suelta de mensajes
desesperados.
No salimos a asolar al mundo con nuestro agravio.
Más bien nos
quedamos cerca, como piedras del río.
Como los árboles,
que se avisan silenciosos
desde las raíces.
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