sábado, 9 de agosto de 2014

cadena nacional

Ella hacia lo que hacemos todos, en algún momento del día, o en los instantes  previos al sueño, o en esa franja del despertar donde todavía no nos habitamos del todo. 
Y se nos vienen encima las voces, las conversaciones truncas, las réplicas, lo no dicho. 
La diferencia es que ella lo hacía a viva voz, encerrada en el baño. Así construía su dispositivo de privacidad. Precario, claro, porque ese encierro momentáneo era una caja de resonancia. Su voz negada por loca, por boba, se amplificaba en ese momento como si transmitiera por cadena nacional. 

La familia le tenía cierta paciencia. La dejaba. Hasta que alguno reclamaba bueno, ya está, loca de mierda, vamos, que necesitamos el baño.  Dudo que fueran necesidades fisiológicas las que interrumpían ese acto solitario. Creo que era la extrema inquietud de reconocerse en alguna de esas voces que la habitaban.

Yo nunca la interrumpía. Le hacía de campana incluso. Trataba de desviar la atención de los otros con tal de no perderme un minuto de esa transmisión. Porque por allí pasaba TODO. Todo lo que una niña de esa edad necesitaba para orientarse en el mundo de la familia, del barrio. Por su boca hablaba la locura de todos.

Nadie levantaba esas crónicas.  
Yo apenas sabía escribir.


(a mi tía, Maria Estela, la gordita)

No hay comentarios: