Alguna vez llegué a admirar la brutalidad de mi madre. Y en algún
modo, a agradecerla.
Esta vacilación, esta afinidad con la incertidumbre, este
amor al detalle, en ciertas circunstancias son un empleo del tiempo importante para
mí, frente a tanta certeza junta: y toda en una sola persona.
Dios debe saber de esa brutalidad.
Y se la enseñó a los hombres
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