Jamás estuve allí. Sólo fue un mal sueño, me repito. La
imagen de unos perros mudos me persigue. Dicen que están amaestrados para no
ladrar. Que les cortan las cuerdas vocales. Una especie de castración sonora. Perros
entrenados para no hacer ruido. Para morder sin ladrar. Para trabar mandíbulas
en la tibia carne de extranjeros. Lo quiere con dolor o sin dolor? Sin ruido, contestan
Ni ruidos. Ni movimientos. Ni niños. Así se escucha mejor
el chiflido del viento en el Mar Báltico. Un mar sin olas. Unos días
interminables en primavera. Soles que no se ponen nunca. Un día se levantan y dicen: es verano. Vos
temblás de frío. Pero es verano. Otro día se levantan y dicen: soy grande. Todo
llega. La normalidad. La vida. La muerte. Todo es un bus pasmosamente previsible.
Nadie te vende una graduación que sobrepase los 3,5. Nadie te estimula el suicidio. Hasta los
trenes dejan de pasar con tal de frustrar a los decididos. Vías muertas.
La soledad es rigurosamente administrada. Un timbre suena en
la central de policia si pasa un día que no ponés el culo en el inodoro. A lo mejor
estás congelado en tu casa, y no llegaste a cagar. No queremos sorpresas.
Jamás estuve allí, me repito. Jamás me duché a las 4
de la mañana creyendo que ya eran las 8. Sólo fui una turista testimonial. Alguien puesto a narrar lo inenarrable.
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