martes, 24 de abril de 2012

little dreams




Me veía en un espejo las cejas. Alguien me depilaba. Como en esos ángulos tomados muy de cerca, el espejo era una cámara que se movía, registraba el movimiento de la mano que sostenía la pinza, aparecían en el reflejo del espejo un ojo, el otro, yo podía ver que lo hacía con cuidado. Podía ver su mano, pero su imagen nunca me fue dada. Podría decir mi madre, salvo porque en esos gestos había un cuidado inusual hacia mí, hacia mi ser mujer, una mirada en detalle.

Dice Pascal Quignard: "Nunca podemos ver esa cosa vista al mismo tiempo. Venimos de una escena en la que no estuvimos. El hombre es aquel a quien le falta una imagen. Ya sea que cierre los ojos y sueñe por la noche, que los abra y que observe atentamente las cosas reales en la claridad que derrama el día, que su mirada se desvíe y se pierda, que dirija la vista al libro que sostiene entre sus manos, que espíe sentado en la oscuridad el desarrollo de un filme, que se deje absorber en la contemplación de una pintura, el hombre es una mirada deseante que busca otra imagen detrás de todo lo que ve."

Qué trabajo para los sueños, me quedé pensando, tratar de figurar lo que no se vé.

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