miércoles, 13 de octubre de 2010

accidentes


Nada más teme el hombre que ser tocado por lo desconocido. Ese miedo primario, configura los movimientos y las distancias de las que es capaz en relación a los otros, explica Elias Canetti. Sólo inmerso en la masa, puede el hombre redimirse de ese temor al contacto. Una vez que uno se ha abandonado a la masa, no teme su contacto. De pronto, todo acontece como dentro de un cuerpo, sigue diciendo.
Freud afirmaba que el enamoramiento es una masa de dos. De repente pensé en todos los accidentes que desmembran ese cuerpo. Recordé una escena temprana en la que me quedé con el bracito de mi muñeca preferida en la mano, mientras trataba de vestirla, y lloré desconsoladamente. Sobre todo porque me habían dicho que eso podía pasar: se podía romper.
¿Viste? Que te dije,- fue encima la respuesta-. No tuviste cuidado.
En lugar de muchas ganas de jugar y vestirla y desvestirla, debería haber tenido cuidado. En lugar de ganas, debería haber tenido cuidado, parecía el mensaje. Hoy pienso que hubiera sido mejor si me decían qué movimientos podía ese brazo. Hubiera sido un poco más útil que “tené cuidado”. Yo asocié el cuidado a que debía cuidarla de mis ganas, y no a un cuidado respecto a lo que podía ese cuerpo, a sus movimientos posibles. Así fui dejando de jugar con ella, le había encajado de nuevo el brazo con dificultad, y no quería volver a lastimarla. Ese desistir del juego fue creando un enorme rencor y resentimiento entre ambas, y fuimos muy infelices.
Hoy pienso que podría haber imaginado otras escenas para ese accidente, compuesto otros paisajes, que se yo, la muñeca que cada tanto necesita un service hospitalario, el caballero que se enamora de la dama del brazo flojo….

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