
Me gusta levantarme temprano. Pero no me gusta que me
despierten temprano. Más bien, me gusta levantarme sola, o sea, despertarme
sola, quiero decir, por mis propios medios. Hoy no fue el caso. Me despertaron.
No podría decir quién, porque en general uno se despierta o lo despiertan.
Incluso cuando es un despertador el que te despierta, alguien lo pone. Entonces
me despertó hoy el despertador. Pero yo no lo puse. Podría decir más, podría
decir que hasta ayer a la tarde, no había despertadores en esta casa. Igual me desperté feliz. Un poco sorprendida, nomás.
Paso a explicarme: dos despertadores llegaron ayer a mi casa, vacía
de despertadores. Llegaron en cajas, junto a otras cosas, platos, adornos, tazas,
tacitas, ollas, fotos, portarretratos, una pala, un pico, herramientas, almohadones,
un colchón, sábanas, frazadas, una tabla de asados y cosas que todavía no
terminé de desembalar.
Ayer pasó eso, llegó a mi casa un flete con todas esas cosas, parecía una mudanza y de hecho cuando una casa se desarma y pasa a otra eso se
llama mudanza. Pero yo no me mudé, aclaro. Algo se mudó a mi casa.
Espero que mis lectores sean pacientes, al menos porque es
mi cumpleaños y uno merece en un día así algo de paciencia, digo, es como una
fecha excepcional, aparte, ya dije que no sabía cómo me iba a salir escribir esto que no es fácil de
escribirse.
Tengo que explicar todo esto porque
sino no se va a entender. Cómo una es despertada, el día de su cumpleaños, por
un despertador que no puso y que nadie que viva puso probablemente hasta hace
dos meses atrás. No podría decir que cuando cargué de la casa de mis viejos dos
despertadores lo hice pensando en ser saludada. Los cargué porque así es en una
mudanza, uno carga cosas. Y con mis hermanos desarmamos la casa de mis viejos,
que se murieron, primero mi vieja, hace 4 años, y un día después, mi viejo,
pero un día después 4 años después, ¿se entiende?
Nada se entiende ni va de suyo, por eso uno escribe. Para hacer
entendibles las cosas.
Para levantar actas sobre las cosas que pasan. Y yo quiero
levantar un acta de lo que hoy pasó, y no pasó nunca antes. Yo digo que mi
viejo me llamó para saludarme por mi cumpleaños. Del modo que pueden hacer las ánimas,
poniendo despertadores, haciendo sonar teléfonos, las ánimas de hoy en día no
hacen sonar campanadas o cantar gallos porque en la ciudad ya casi no hay
campanarios o uno no vive cerca de los campanarios ni de los gallos.
Pero bueno, volvamos al punto. A la parte del acta. El hecho
inédito, que tiene que constar en actas, es que mi viejo nunca antes me llamó
para saludarme por mi cumpleaños. Nunca hizo sonar nada para ese día. Ni una
alarma, ni un ring, ni un gong, ni un despertador. Nada de nada. Pero esto no
es un reproche. Supongo que no se acordaba, o si se acordaba no era gente de
andar levantando un teléfono, es más una vez me acuerdo hace unos años lo cagué
a pedos, voy al pueblo y le pregunto che que sabés del tío negro, -(el único de
los 16 hermanos que quedaban vivos, aparte de él. Y digo esto porque llamar a
16 puede ser todo un tema y se puede aducir que 16 son muchos. Pero si de 16
quedan 1, bueno)-.
Nada, me dice, no sé nada del tío negro, supongo que va a
llamar, siempre llama para fin de año. Y porqué no lo llamás vos le pregunto.
No, me dice, tiene que llamar él. Y porqué le digo. Porque yo
soy el mayor. ¿O sea que tu único mérito culiado es haber nacido antes? ¿Esa es
toda tu coartada?
No me dijo nada, se hizo el boludo. Mi viejo sabía hacerse el
boludo cuando le convenía. Escribo esto tranquila, porque no estoy hablando a
sus espaldas. No es nada que no le haya dicho en vida: dejá de hacerte el boludo.
Tampoco digo que hacerse el boludo sea un gran defecto. A veces de las pocas
cosas que uno puede hacerse, está esa, hacerse el boludo, y quizá no sea una
hechura menor. Me consta también, que con otras cosas no se hizo el boludo.
Cuidó y enterró a muchos de sus hermanos. A la tía Tita, al Marcelito, al tío
Luis.
Bueno, pero esto se está haciendo largo. Es mi cumpleaños y tengo cosas que hacer. Ya llegaron los
albañiles de la obra del lado. Ya está sonando LV3 al mango. “Muchachita” es la
canción.
En fin. Hoy nace un fantasma. Eso quería decir. Levanto el
acta de nacimiento de un fantasma. El fantasma de un padre que se cansó de hacerse
el boludo y por fin me saluda para mi cumpleaños.
Y les digo algo, por si son unos incrédulos de mierda igual
que yo. Yo estuve durmiendo hace 3 días al lado de ese despertador. Y no sonó.
Después ese despertador entró al fondo de una caja embalado, hasta que ayer
salió de ahí y quedó sobre una mesa.
Por cosas como esta una escribe.
Escribir me hace muy feliz.
Es una compañía igual que la que me llega
de los vasos
de las tazas
de los despertadores
de los fantasmas
de los amigos
del hijo
del amor
de mi perra
de la vida