domingo, 10 de junio de 2012

Cuidame el ángulo, carajo




El amor siempre es una complicación -entre otras cosas- porque consiste en una escena sostenida en 2 o 3 puntos. No mucho más.
El problema es que la gente se mueve. Esto es lógico. La escena se desarma. El ángulo se pierde. Lo que tendría que verse ya no se vé.
La gente se acerca ofuscada a veces a la ventilla. En general, buscan al director: “esta no es la obra que vine a ver”. “Devuélvame el valor de la entrada”
La cosa se pone graciosa cuando entienden que nadie trabaja para nadie. Que tienen que entender en su propia obra. Hacer de directores, asistentes, actores de reparto, guionistas, iluminadores. Que trabajar para mantener el ángulo, para que la cosa tenga gracia, funcione, es …trabajo. 
Si siente que trabaja demasiado, y que otro se queda con algo que le pertenece, lo entiendo. Podemos discutir la cuestión de la plusvalía. Podemos hablar del amor en tiempos del capitalismo. Podemos. Pero no importa mucho todo lo que podamos hablar. En todo caso, es homework. Tarea para la casa. 
Si no quiere trabajar, también es entendible. Asuma su cansancio. Descanse, hasta que pueda volver a escena. En lo posible, evite pernoctar demasiado en esos campamentos de refugiados, que viven sintiendo que el mundo les debe algo. Que se juntan con otros a hablar de lo mal que está el mundo. Aléjese. Ni las mejores ideas ni las mejores conclusiones reemplazan al acto de hacer el mundo. De hacer el amor. 
Pregunte sino a los entendidos. El enorme trabajo de montar algo para esos maravillosos instantes donde luz, cámara, acción. Y todo se desenvuelve. Sólo de la gente que está en trabajo, proviene el grito desgarrador a veces: "nooo, no es asiiií, ponete ahiii... cuidame el ángulo carajo". A esos aplaudo, respeto, acompaño. Con esos me junto.

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