lunes, 4 de abril de 2011

que bonita vecindad


Cuido mucho mis interacciones sabiendo que hay grados de proximidad que me exasperan. Pero no me cuestan los gestos hacia el otro, conforme el declive de mi ánimo me lo permite. En fin, esa mañana nada me costaba ofrecerle a la vecina un aventón. Un aventón es apenas un recorrido entre dos puntos. Ella debe haber pensado que abrirle la puerta de mi coche era abrirle la puerta de mi alma. En los 5 minutos que duró el viaje, arremetió tratando de abrir mi amistoso silencio. Aparte de hablar hasta por los codos y tratar de impresionarme con su interesante y exitosa vida, fue directo al punto que la interpela, y que parece que no deja de mirar, desde dos casas más allá. “es que debe ser terrible estar separada”. “Terrible debe ser estar muerta”, pensé, aunque cuando escuché su risita nerviosa me dí cuenta que lo había dicho nomás. Por suerte ahí terminó el viaje, sino a lo mejor seguía preguntándole por la evolución de su evidente anorexia.


Pessoa, hablando de la náusea, decía: “Son las personas que usualmente me rodean, son las almas que, desconociéndome, todos los días me conocen a través de la convivencia y la charla, que ajustan en la garganta de mi espirítu el nudo baboso del malestar físico. Es la sordidez monótona de la vida de esa gente, paralela a la exterioridad de la mía, es su conciencia íntima de que somos semejantes, lo que me pone el traje a rayas de galeote…”

2 comentarios:

Unknown dijo...

Por eso no me gusta pedir aventón, nada mas lo critican a uno.

claudia huergo dijo...

...la tratan a una de perra...