martes, 24 de marzo de 2009

vienen por el brillo en los ojos


Hordas de mujeres encandiladas todavía por la luz del día, comparecen ante el Tribunal. A algunas se les escapan algunas lágrimas, y parecen a punto de confesarlo todo. Otras resisten hasta el final, y cuando parece que ya todo pasa, se quiebran y muestran el estigma. Atemorizadas como están, desnudas, sin un pliegue de su cuerpo por inspeccionar, por ultrajar, logran descubrir el botín mayor por el que vienen cada vez, una y otra vez, sus captores. Ya no son secretos, ni confesiones, ni arrepentimientos. Ya no tienen nada que llevarse. Nada que sacar. Y sin embargo, buscan algo.
Ellas, alertas, doloridas, apaleadas, pueden sin embargo hacer correr la voz. Vienen de nuevo. Escóndanlo. Pero qué buscan, qué quieren, pregunta alguna.
Desde acá, décadas después, se las puede ver. María dejó una ventana abierta, su relato es una ventana que nos invita a ingresar a una escena congelada, que se repite a sí misma invariablemente. Desde esa ventana, podemos verlas. Un número pequeño de ellas, ni siquiera agrupado, permanece a la sombra de las miradas. Son las que bajan la cabeza, pero no hay en ese gesto un mínimo de sumisión. Permanecerán así hasta el final del Juicio. Ellas saben lo que los Jueces buscan. Siempre, a través de los tiempos, buscan lo mismo. Y lo mantienen así, apagado, hasta que llega el momento. Entonces levantan la cabeza, y allí está. Todavía lo conservan. El impertinente brillo de los ojos.

(En homenaje al acto de resistencia colectiva conocido como “El calzonazo” llevado a cabo por un grupo de mujeres en la cárcel San Martín, Córdoba, en la última dictadura. Las mujeres se negaron a bajarse los calzones en una de las requisas)

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