miércoles, 29 de octubre de 2008

los nombres del bien



"....es por tu propia productividad.........es por tu propia productividad..."

No es un yuppie mirándose al espejo a las 8 de la mañana. Tampoco el octavo mandamiento de un seminario de managment. La escena transcurre en la caja de un gran hipermercado. La letanía la recita un humilde cajero devenido supervisor a su circunstancial aprendiz de cajera. Mientras embolsa, verifica códigos, aprende reglas de cortesía frente al cliente que siempretienelarazón, él le habla de cómo optimizar sus tiempos, de los contra-tiempos más frecuentes y cómo resolverlos, y todo se lo dice en un tono monocorde, -nada allí puede ser estridente- tan monocorde que hasta a mí me hipnotiza y me captura por un momento y ya no tengo prisa por salir de esa cueva iluminada con luz artificial las 24 hs., como una gran sala de engorde, que garantiza que nada detenga el circuito del consumo, que nada distraiga, que nada interrumpa el proceso de deshumanización a gran escala.
Sigo escuchando. Cada dos o tres consejos, intercala "...te lo digo por tu propia productividad". Ella completa su circuito con la entrega del ticket y me despide con un graciasporsucompra. Yo salgo todavía captada por la escena. Pienso en eso mientras subo las bolsas al auto. En las formas asombrosas que va adoptando el bien.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La vez que vi un gallinero de producción a gran escala me produjo el mismo horror, la gallina entra jovencita come de día y de noche(al dejarle la luz prendida) y pone un huevo tras otro hasta quedar desplumada. A los pocos meses ni para puchero la quieren.

claudia huergo dijo...

y también, anónimo, quien piensa en -aparte-comerse a la gallina despues de todo ese calvario....bueno...si...claro. Si algunos pensaron en hacer jabón, cómo no...uhh

pequeño ofidio dijo...

cordero de dios!

Anónimo dijo...

La escena escena es tan cotidiana y tan invisible como un lapsus pudo serlo para un contemporáneo de Freud. Justamente por ello, el relato nos sigue abriendo nuevas dimensiones al pensamiento. Pero el final... ese final... "las formas que adopta el bien" es de tal altura que empiezo a sentirme más cómodo en mi tarea diaria de ser productivo. Quizás Dios no me castigue.

Toty