miércoles, 29 de octubre de 2008

los nombres del bien



"....es por tu propia productividad.........es por tu propia productividad..."

No es un yuppie mirándose al espejo a las 8 de la mañana. Tampoco el octavo mandamiento de un seminario de managment. La escena transcurre en la caja de un gran hipermercado. La letanía la recita un humilde cajero devenido supervisor a su circunstancial aprendiz de cajera. Mientras embolsa, verifica códigos, aprende reglas de cortesía frente al cliente que siempretienelarazón, él le habla de cómo optimizar sus tiempos, de los contra-tiempos más frecuentes y cómo resolverlos, y todo se lo dice en un tono monocorde, -nada allí puede ser estridente- tan monocorde que hasta a mí me hipnotiza y me captura por un momento y ya no tengo prisa por salir de esa cueva iluminada con luz artificial las 24 hs., como una gran sala de engorde, que garantiza que nada detenga el circuito del consumo, que nada distraiga, que nada interrumpa el proceso de deshumanización a gran escala.
Sigo escuchando. Cada dos o tres consejos, intercala "...te lo digo por tu propia productividad". Ella completa su circuito con la entrega del ticket y me despide con un graciasporsucompra. Yo salgo todavía captada por la escena. Pienso en eso mientras subo las bolsas al auto. En las formas asombrosas que va adoptando el bien.

lunes, 27 de octubre de 2008

contingencias


Todo anunciaba una inminente tormenta. El campo de locura se extendía sobre mí. Pero no terminaba de rodearme, como si algo de esa locura decidiera hacerme un testigo de lo que seguiría. De a poco, su entorno se iba cargando de suspicacia y recelo, sus relaciones y dominios laborales eran guisos en ebullición donde se cocinaba todos los días lo mismo: porque no te quieren. Esa, inexorablemente era la respuesta que le llegaba desde los cuatro costados.

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Finalmente el acoso comenzó. Tenue. Halagos indirectos, intento de quedarse más de la hora. Yo tomaba nota y trataba de anticipar el momento. Qué decir cuando me lo pregunte. Que palabras elegir. De repente, ya era parte de su telaraña. Actuaba y pensaba su pensamiento. Cada día me parecía que ese era el día. Después de amargos reclamos y lágrimas en los ojos él se daba cuenta que yo nunca lo amaría. Pero que no sería tan cruel, conociendo su historia, de no responderle esa pregunta. Por qué.
-Porque no me pasó!!!. No me pasó enamorarme de vos. ¿a vos nunca te pasó? Que algo que podría pasar, no pasa. Y entonces qué. No me pasó. Así como me podría haber pasado, no me pasó.
Quedé exhausta como después de un gran parlamento. Me recliné hacia atrás esperando la bofetada. Pero no llegó. Curiosamente mi respuesta lo aplacó mucho, su rostro se puso distendido, pacífico, y me despidió agradecido, con un abrazo fraternal. Después de eso no lo volví a ver

miércoles, 22 de octubre de 2008

a las barricadas


Ese día llegó descontrolada, furibunda. Casi no alcancé a cerrar la puerta, ni a saludarla, que me espetó: decime, a vos te parece que yo soy impenetrable?
Su pregunta no admitía rodeos, escansiones, semblanteadas de ningún tipo. Y mucho menos silencio. Era una pregunta urgente.
Depende por dónde te quieran penetrar….me escuché contestándole, y casi enrojeciendo al mismo tiempo que ella por una ocurrencia así, tan…tan…cómo voy a decir eso!.
Ni bien me repuse del enrojecimiento, empecé a revisar mentalmente cómo podía seguir el tema. Lamenté mi poco interés por estar al tanto de las últimas perversiones descubiertas. Me tranquilicé de la mano de un razonamiento simple: ¿qué tantos orificios de entrada hay? Iba repasando mentalmente: boca, ano, vagina….Nada podía asombrarme demasiado. Mientras, por una curiosa metamorfosis, ella pasaba del enrojecimiento a la lágrimas, y de las lágrimas a relatos entrecortados y superpuestos de situaciones, cómo decirlo, bastante triviales, nada extraordinario. Sin embargo, cierta densidad quedaba flotando entre uno y otro relato. Escuché un largo rato, hasta que la inquietud se empezó a apoderar de mí. Desde su madre, pasando por el kiosquero, hasta su jefe, todos tenían al parecer “observaciones” sobre ella, que recaían sobre sus gestos, sus movimientos, hasta la forma de cortar las palabras parecían ser de interés. La sensación que transmitía era contundente: esa mirada la seguía todo el tiempo. No la dejaba.
Ya consustanciada con el problema, le dije que sólo quedaba una cosa sensata por hacer: construir barricadas. Trabajamos en silencio hasta entrada la noche. En un momento de respiro, y como disculpándose por su cansancio, me pregunta…. es tan grave?
Sí, boluda… no ves que te quieren entrar por la subjetividad

sábado, 18 de octubre de 2008

cumbres borrascosas


La vi preocupada. Por primera vez en mucho tiempo, dice, nota una cierta flojedad, complacencia, que la aleja del escándalo. Antes por lo menos una vez por semana sentía ese impulso irrefrenable a tirarle por la cabeza lo que tuviera a mano. Las innumerables ocasiones en que las actitudes de él –por acción u omisión- la dejaban de cara a la ofensa, y los complejos razonamientos con los que intentaba calmarse luego -porque él me interesa, y yo le intereso, me aclara todo el tiempo- …. Esos días borrascosos parecen estar llegando a su fin. Es una cuestión del cuerpo, me dice, ya no reacciona igual. Esa especie de veneno letal que produce cuando se lo cruza, esa desesperación que la deja sin aliento y absolutamente proclive a cualquier intervención amorosa…la que a él se le ocurra -me aclara- . Desde cogerla hasta colgarle el teléfono. Hasta no hablarle por una semana.
Me entendés, no? Insiste No sé qué pasa, nos estamos entendiendo, ya no le hago escenas, nos ponemos de acuerdo en casi todo…
Yo la escuché con mucha atención. Tomé nota de su preocupación y pensé: ... será que finalmente están teniendo una relación. No volvía a pensar en el tema, hasta horas después, mientras cocinaba- Sin duda la había escuchado, pero no había entendido la gravedad de su formulación. Algo entre picar cebolla y sacar la ropa del lavarropa provocó en mí un destello de lucidez.
Tiene razón en preocuparse, pensé. Eso no es el amor. Eso es otra cosa. Algún invento raro de la modernidad, seguro.