
Cada vez que algún nuevo aparato con tecnología de punta entra a mi casa, bajo la promesa de revolucionar mi vida, o traerme algún beneficio insopechado hasta entonces, pienso esto: qué trae en sus entrañas. Me dura unos instantes, y me conformo pensando que ya no tengo edad para ponerme a desarmarlo y descuatizar con curiosidad su anatomía. Aunque debería, por dios que debería.
Pero entonces, a falta de una estrategia defensiva, porqué no una ofensiva, me pregunto. Ir dentro del caballo en lugar de ser siempre el consumidor final que rie y festeja y se emborracha casi como un salvaje excitado alrededor del quieto artefacto que respira pausado esperando su hora. Para luego, irremediablemente, sorprenderme a mitad de la noche ....