
"....es por tu propia productividad.........es por tu propia productividad..."
No es un yuppie mirándose al espejo a las 8 de la mañana. Tampoco el octavo mandamiento de un seminario de managment. La escena transcurre en la caja de un gran hipermercado. La letanía la recita un humilde cajero devenido supervisor a su circunstancial aprendiz de cajera. Mientras embolsa, verifica códigos, aprende reglas de cortesía frente al cliente que siempretienelarazón, él le habla de cómo optimizar sus tiempos, de los contra-tiempos más frecuentes y cómo resolverlos, y todo se lo dice en un tono monocorde, -nada allí puede ser estridente- tan monocorde que hasta a mí me hipnotiza y me captura por un momento y ya no tengo prisa por salir de esa cueva iluminada con luz artificial las 24 hs., como una gran sala de engorde, que garantiza que nada detenga el circuito del consumo, que nada distraiga, que nada interrumpa el proceso de deshumanización a gran escala.
Sigo escuchando. Cada dos o tres consejos, intercala "...te lo digo por tu propia productividad". Ella completa su circuito con la entrega del ticket y me despide con un graciasporsucompra. Yo salgo todavía captada por la escena. Pienso en eso mientras subo las bolsas al auto. En las formas asombrosas que va adoptando el bien.
No es un yuppie mirándose al espejo a las 8 de la mañana. Tampoco el octavo mandamiento de un seminario de managment. La escena transcurre en la caja de un gran hipermercado. La letanía la recita un humilde cajero devenido supervisor a su circunstancial aprendiz de cajera. Mientras embolsa, verifica códigos, aprende reglas de cortesía frente al cliente que siempretienelarazón, él le habla de cómo optimizar sus tiempos, de los contra-tiempos más frecuentes y cómo resolverlos, y todo se lo dice en un tono monocorde, -nada allí puede ser estridente- tan monocorde que hasta a mí me hipnotiza y me captura por un momento y ya no tengo prisa por salir de esa cueva iluminada con luz artificial las 24 hs., como una gran sala de engorde, que garantiza que nada detenga el circuito del consumo, que nada distraiga, que nada interrumpa el proceso de deshumanización a gran escala.
Sigo escuchando. Cada dos o tres consejos, intercala "...te lo digo por tu propia productividad". Ella completa su circuito con la entrega del ticket y me despide con un graciasporsucompra. Yo salgo todavía captada por la escena. Pienso en eso mientras subo las bolsas al auto. En las formas asombrosas que va adoptando el bien.