No sabía hablar todavía
pero conocía todas las letras.
Por eso no le costó reconocer
en el crucifijo que colgada de
la pared
sobre la cama de mis padres
la letra t.
Como la t de talleres
Como la t de tadeo.
Su bisabuela española -no tan escandalizada-
le decía: T-ade-ìto
ate-íto
ate-íto
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