No hay que anticipar el límite –el límite simplemente se
encuentra, aparece- como aparecen los que dicen: viste yo te dije. Aves
carroñeras que se alimentan de lo seco.
A esos, me atrevo a decir, no hay que darles nada. Ni los
buenos días.
Al resto, todo. El aliento y el pañuelo.
El aliento como aire tibio húmedo que sopla contra viento y
marea. Que sopla hasta que se condensa cuando se encuentra con una superficie
fría.
El pañuelo para secar la gota que cae salada en forma de lágrima.
Aunque lloren un río.
Aunque después haya que cortar la costanera en las zonas
bajas.
Sí, señores.
La vida es una zona inundable.