Todos vamos a ser un día derrotados. Finalmente derrotados. Por
una bala, o por el viento. Por una sucesión de insignificancias. Por la prisa del
tiempo. Por las escamas.
Cada una de esas formas de la derrota exudará su genealogía.
Algunos no podrán más. Otros serán arrancados. Para los que hayan ardido, sabrán
que esa fiebre de los campos no palidece.
Si no en el cuerpo propio, en el del
que viene. Algunos nacerán con quemaduras, deformaciones.
Bellas monstruosidades
se avecinan.
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