Estaba particularmente concurrida la clase. Pero nadie prestaba atención.
El profe medio harto detiene la clase. Levanten la mano
los que vienen por gusto, por placer. Pocas manos. Levanten la mano los que
vienen porque los manda el médico.
La mayoría.
Empezó una perorata hasta que advirtió
que yo no había levantado la mano en ninguno de los grupos.
Mis palabras se perdieron en el glub glub del agua. El ruido
de los otros siempre ayuda.
Pero le iba a decir: lo que pasa, comandante, es que yo me mando sola. A veces coincide con mandatos
vaya a saber de quién. Son tantos y se arrastran por generaciones, que habría que hacerles un ADN. Ah, y también encuentro algún placer en obedecer. Aunque no pueda
determinar de dónde vino la orden.
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