Yo fui la primera impresionada, aclaro.
Ofendida, en un punto. Fui al baño bajé mi bombacha… y vi sangre.
Había sangre.
Si hubiera sido freudiana en esa época hubiera dicho: aparte
del penis neid…¡¡esto!!
No podía decirlo, apenas tenía 12, y una fuerte sospecha.
Antes de los 12 ya era observadora, imaginen después de
¡¡esto!!
Pasaron los años las décadas y mi asombro ahora es frente al
desarrollo de una especie de corriente reivindicatoria frente a ¡¡esto!!
Parece que el hecho de sangrar nos emparenta a los dioses.
O
diosas. O diosxs.
Que debemos ser adoradxs por eso.
No jodan, ché.
Que una lleve con cierta dignidá lo inevitable, bueno.
Es cierto que a veces no podemos evitar la desmesura frente
a lo inevitable.
Y que con un poco de ingenio podemos hacer de lo inevitable
un efecto especial.
Aprecio los efectos especiales cuando son parte de algún
arte
(El efecto especial del baño de sangre en Carrie, por ej, es
memorable)
Pero. La euforia de género es desmesura, simplemente.
La desmesura por sí misma NO constituye ningún arte.
Ok?
(Cansada de rechazar invitaciones a formar parte de sectas)
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