A los cuarenta me despertè un dìa con que no veìa. Anteojos para leer. Desde ese dìa una parte de mì està en guerra. Es como un trasplantado que rechaza el riñòn: està bien, no es tuyo, pero lo necesitas para vivir. Yo igual nada tenìa que decir de esa batalla: me excedìa. Hasta que un buen dìa me encontrè haciendo el gesto de llevarme la mano a la cabeza: buscando los anteojos, claro. "Perdimos" pensè. Pero lo pensè en el mismo registro que alguien se entera el resultado de un partido de fùbtol, de un equipo del que ya ni siquiera es hincha.
Esta derrota, hay que decirlo, me facilitò enormemente la cotidianeidad.
Ahora, lo que no sè,
es que què casillero marcar,
punto para quien serìa
Hay preguntas,
que como pelotazos al cielo
se pierden sin nunca
haber rozado el arco
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