Querido diario
12 de octubre: se volvió a escapar. Los vecinos me vieron
correr por las calles del barrio aullando. El carnicero me dice mientras pasa
un costillar por la sierra: “bueno querida, pero era sólo una perra”. Algo me salpica la cara, es sangre. Veo su dedo pulgar alineado entre los trozos
de carne del mostrador. Vuelvo a casa más reconfortada, pensando: pero era sólo una mano.
14 de noviembre: espero al herrero en casa mientras trabajo
en cortar unos alambres de púas sin evaluar la tensión ni el chicotazo del
alambre en la cara ni que voy a quedar enredada unos segundos después. Tocan el
timbre es el herrero no quiero que se vaya me apuro en zafar del alambre
tironeo me rasga la ropa gotas de sangre
empiezan a brotar corro a abrir la
puerta me limpio las manos en el pantalón. Él me mira me pregunta si está todo
bien si no prefiero que pase en otro
momento, nooo no, pase, pase sientesè , le sirvo una tacita
de café? Sobre el azúcar blanco cae una gota de sangre roja. El rechaza la
cucharita que le ofrezco veo que está
manchada de sangre también. Hago una broma sobre la autoflagelación
que por supuesto no entiende. Entiendo que no entienda. Que apure el trago
de café amargo y que huya de mi castillo sangriento.
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