El barco navega. Cuantas veces, cuantas, hice la experiencia de la correntada y el barquito de papel. Eran tormentas de verano, llovía y luego las calles eran pequeños ríos donde probar el arte de la resistencia de esos frágiles viajeros. Inexorablemente el papel se humedecía, o la corriente se estancaba y todo terminaba en algún remolino, bocacalle o destinos que yo ya no podía seguir con la mirada.
Esta vez, la enésima vez que hicimos agua, que terminamos mojados y triunfales a bordo de esa extrema fragilidad del amor, pienso que tanta preparación no fue en vano. Hay que aprender a ser un barquito de papel en la correntada de una tormenta de verano. Las únicas que valen la pena.
Esta vez, la enésima vez que hicimos agua, que terminamos mojados y triunfales a bordo de esa extrema fragilidad del amor, pienso que tanta preparación no fue en vano. Hay que aprender a ser un barquito de papel en la correntada de una tormenta de verano. Las únicas que valen la pena.
2 comentarios:
Usted debe de estar refiriéndose a esas preparaciones que se realizan en silencio, a espaldas de uno pero que son para uno, pliegues y repliegues que le dan una cierta consistencia al barquito, pero no tan replegadas como para que no se hunda. El Origami emula al deseo.¿No le parece?
me parece, me parece mucho. ¿cómo lo supo? ¿Ud también va en ese viaje?
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