martes, 24 de abril de 2012

little dreams




Me veía en un espejo las cejas. Alguien me depilaba. Como en esos ángulos tomados muy de cerca, el espejo era una cámara que se movía, registraba el movimiento de la mano que sostenía la pinza, aparecían en el reflejo del espejo un ojo, el otro, yo podía ver que lo hacía con cuidado. Podía ver su mano, pero su imagen nunca me fue dada. Podría decir mi madre, salvo porque en esos gestos había un cuidado inusual hacia mí, hacia mi ser mujer, una mirada en detalle.

Dice Pascal Quignard: "Nunca podemos ver esa cosa vista al mismo tiempo. Venimos de una escena en la que no estuvimos. El hombre es aquel a quien le falta una imagen. Ya sea que cierre los ojos y sueñe por la noche, que los abra y que observe atentamente las cosas reales en la claridad que derrama el día, que su mirada se desvíe y se pierda, que dirija la vista al libro que sostiene entre sus manos, que espíe sentado en la oscuridad el desarrollo de un filme, que se deje absorber en la contemplación de una pintura, el hombre es una mirada deseante que busca otra imagen detrás de todo lo que ve."

Qué trabajo para los sueños, me quedé pensando, tratar de figurar lo que no se vé.

lunes, 16 de abril de 2012

animales sueltos


Bajamos en manada al pueblo. Fuimos por unas copas y un poco de música, y terminamos siendo la atracción del lugar. Entiéndase bien. Atracción, en el sentido de fenómeno. Todas somos bastante concientes de nosotras mismas. Tanto festejo por nuestra llegada respondía menos a nuestros atributos personales que al hecho de la novedad. Forastería.

Se acercó un poco más hasta el intendente a recibirnos. Con unas copas encima, mi ocasional interlocutor me contaba las bondades de vivir en un pueblo, y me instaba a sumarme al grupo: fiestas en casas, asados, todos nos conocemos. Con algunas copas encima también yo, le dije que no hacía falta que me explicara. Yo sabía muy bien lo que era vivir en un pueblo. Intercambiamos experiencias, hasta que terminó confesándome: “si yo pudiera, también me iría de aquí”.

En fin. La euforia comunitaria empezaba a caerse a pedazos. Con mis amigas aprovechamos el intervalo musical para huir en estampida. Ya sabemos.

Dogville siempre es una posibilidad.

martes, 10 de abril de 2012

operación pharmakon


La diosa griega Higía, era hija del dios de la medicina Esculapio y hermana de Panacea, la diosa de la curación. Higia recibió de su padre el encargo de preparar los remedios que él empleaba. La copa es el receptáculo adecuado del poder curador, y contiene drogas potencialmente activas. La serpiente sagrada es la que va infundirle la dynamis, la virtus que transformaba la posis (bebida) en pharmakon (el medicamento)

No se investiga mucho hoy en día. Atrás quedaron los días en que alguien experimentaba consigo mismo. El investigador se echaba un trago de la sustancia en cuestión y disponía apenas de un ayudante (aliado) que registraba en su cuaderno de notas los efectos: “ahora tiembla” “ahora suda”

Prosperaron las investigaciones banales. Cosas que ya tienen respuesta antes siquiera formular la pregunta.

El amor, ya alguien lo decía, sólo es noticia en los policiales.

Con mi investigadora de confianza, la Dra Kaiten y otro grupejo marginal que la secundábamos, iniciamos hace años un profundo estudio.

El amor es una de las formas de la ferocidad.

Hay que licuar la ferocidad. Volverla inocua, como esas gotas de edulcorante que se echan sobre el café. Moriremos de otras cosas, pero no de ferocidad.

Juremos.

Les hice jurar esto a mis amigos. Juramos por la de la serpiente sobre la copa como símbolo de la farmacopea. Veneno que en dosis adecuadas cura.

Apenas unas gotas.

Salud.

sábado, 7 de abril de 2012

it scares me



Años espiando por el ojo de la cerradura. Cuando finalmente la puerta se abre, se abre el mundo. No hay habitaciones del otro lado. Del otro lado, está lo abierto.
¿Te das cuenta? Por eso tan poca gente abre la puerta cuando tocan el timbre. Inventan todo tipo de dispositivos para mediar ese momento: cámaras, micrófonos.
Saben que si abren la puerta se les viene el día. El mundo se les viene encima como una patada a los ojos abiertos.

Había pasado varias noches sin dormir. Llegaba a mi casa agitada, con sus papeles desordenados y unas ojeras espantosas.

Ves? me dice señalando sus bocetos. Esto está mal. Acá, en lugar de puertas, hay que abrir pasajes. Todos los edificios, todas las casas debieran tener pasadizos, no puertas.
La arquitectura moderna lo intenta: romper lo cerrado, simular lo abierto dentro de lo cerrado. Pero no es eso.
Hay que poder pasar de un lado al otro. De un lado al otro. Una y otra vez, las veces que hagan falta. Hacerse un cuerpo en ese trance.

Eso es experimentar!

Dicho esto su cuerpo crispado empezó a aflojarse. Dejó caer los párpados como tenues persianas. Se hizo la noche, se hizo el descanso, se hizo el pasaje. Todo junto.

La tapé y levanté sus papeles del piso mientras pensaba que nunca nadie nos releva del trabajo de crear el mundo. Flojera de los dioses.

martes, 3 de abril de 2012

Si yo fuera Maradona, II


Siguiendo con las metáforas futboleras, me acordé lo que duele un pelotazo en la cara. Poco entrenada como estaba yo por culpa de mis hermanos varones y sus amigos-sí, esos seres con más pelos en las piernas que yo, que se creían que eran los únicos con capacidades diferentes y que podían hacer goles-

Bueno, decía, con el poco entrenamiento que me implicaba largas horas en el banco suplente, donde sólo podía pergeñar ensueños revanchistas y venganzas a futuro, alguna vez pasaba que alguien faltaba y entraba a la cancha.

Yo quería jugar todo lo que había visto. Así que no me iba a andar mariconeando justo cuando tenía que lucirme. Pura vanidad.

Una vez llegué a mi casa con la cara roja, marcadas las costuras del fútbol N° 5 en la mejilla. Iba a ser un cabezazo genial, gol asegurado.

Pero fué un pelotazo en la cara. Recién sola frente al espejo, largué el llanto. Cosas que pasan

lunes, 2 de abril de 2012

Si yo fuera Maradona


Una sigue jugando porque qué otra cosa le queda sinó.
Están esos momentos del juego donde el referí para el partido y se dirige al lugar donde se cometió la falta. Interminables segundos en que se lleva la mano al bolsillo, agarra una tarjeta, y no sabés si va a ser roja o amarilla.
Suspendida por varias fechas. Torpeza innecesaria. Falta de habilidad.
Podría decir que es culpa de mis hermanos varones, que me tuvieron tanto tiempo en el banco suplente, y sólo me dejaban jugar de relleno, si faltaba algún descalabrado cuyo único mérito era tener más pelos en las piernas que yo.
Qué agregar.
Si yo fuera Maradona, viviría como él.
Así es Diego. La intensidad no tiene remedio.